Megumi Shiozawa

El fallecimiento de Megumi Shiozawa dejó un vacío en las relaciones culturales y económicas entre Galicia y Japón. En los años 90, de viaje por Europa con unas amigas, se enamoró de España y decidió que este sería su hogar. De vuelta en Japón, estudió el idioma y consiguió una beca del Gobierno español que la trajo a Santiago. «En la embajada me preguntaron por qué quería venir a Galicia: «Porque quiero presentar Galicia en Japón, un sitio maravilloso, mucho marisco, pescado muy bueno y gente encantadora», les dije». Así lo recordaba ella, que sabía de Santiago porque una compatriota había estado en la ciudad y le habló maravillas. Además, buscaba un lugar donde no hubiese muchos nipones, porque quería mejorar su español y en Salamanca, donde estuvo antes, solo hablaba inglés y japonés. Finalmente, pudo cumplir su sueño. Megumi quiso ser una compostelana más. Aquí se quedó, conquistó el cariño de todo el que la conocía y formó una familia, al tiempo que dedicaba su vida a acercar dos mundos tan lejanos.
Ante todo, Megumi Shiozawa (Yamanashi, Japón, 1965) era una mujer de educación exquisita, sonrisa permanente y amabilidad extrema, al tiempo que trabajadora incansable y tenaz. Ella siempre hablaba de Galicia con entusiasmo, con pasión. Decía que «casi no» añoraba su país y destacaba las similitudes entre su naturaleza y la gallega: «Cuando estoy en Japón, después de una semana, tengo morriña de volver a Galicia». También el carácter de las gentes: «Yo creo que no sois cerrados, simplemente no parecéis tan abiertos como, por ejemplo, los andaluces, el primer día. Pero cuando conocemos a un gallego y nos caemos bien, amigos toda la vida. Vuestro carácter es un poco parecido al de los japoneses, también somos tímidos».
Hablaba con una gran sonrisa de sus iniciales esfuerzos de adaptación a la forma de ser en España. Lo que más le costó fue aprender a decir no y a interrumpir las conversaciones, «al principio solo escuchaba y cuando pensaba que era mi turno, la conversación ya había acabado». Le sorprendía que la gente gritase tanto en los bares, «pensaba que estabais enfadados, pero ahora soy yo la que grita».
A Megumi le gustaba definirse como «intermediaria entre dos culturas». Lo hizo desde la Casa Galicia Japón, de la que era presidenta, promoviendo y mediando en proyectos culturales para fomentar la comprensión mutua, entre los que destaca el vínculo de hermanamiento de las peregrinaciones del Camino de Santiago y del Kumano Kodo. Y también lo hizo, como consultora y empresaria, fomentando el turismo a Galicia y colaborando en la búsqueda de nuevos mercados para los productos gallegos en Extremo Oriente.
Megumi participó en encuentros entre autoridades gallegas y niponas hasta poco antes de su fallecimiento. Era mucho más que una traductora e intérprete —función que realizó en las conversaciones entre Feijoo y Naruhito durante la visita del entonces príncipe a Santiago—, era una eficaz colaboradora para las autoridades gallegas en las relaciones culturales, turísticas y comerciales con Japón.
Así lo pusieron de manifiesto la S.A. de Xestión do Plan Xacobeo y Turismo de Galicia al compartir con los familiares y amigos de Megumi el dolor por su pérdida: «Queda su vivo legado, la mejor forma de que su memoria perdure entre nosotros: la amistad entre Galicia y el país del sol naciente, forjada en la senda de las peregrinaciones y del entendimiento entre pueblos tan distantes; y también el ánimo y proyectos de la Asociación Galicia-Japón que Megumi había presidido». Con su muerte, Galicia perdió a su mejor embajadora en Japón.
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