María del Carmen Botana Liñares

María del Carmen Botana Liñares falleció el martes, 5 de mayo, en el Hospital Clínico de Santiago. Tenía patologías previas, como una insuficiencia respiratoria que arrastraba desde hacía unos 15 años y que en los últimos tiempos la hizo depender de una bombona de oxígeno prácticamente las 24 horas del día. «De hecho, ella ingresó en el centro hospitalario por una neumonía. A los 10 o 12 días de estar ingresada, se infectó», precisa su hijo José Ángel. «Estuvo dos semanas peleando contra el virus y a pesar de que la cogió muy débil, demostró lo que fue toda su vida: una luchadora». Lo que a José Ángel le rompe el ánimo todavía más es la mala fortuna que tuvo al final.
«El domingo, 3 de mayo, Día de la Madre, llevaba unos días sin hablar con ella porque después de confirmarle el contagio, entre mis tres hermanos y nuestras tías decidimos llamarla lo menos posible para no agotarla y solo lo hacían dos de ellos para que reservase todas las fuerzas», recuerda. El hijo mayor la llamó ese domingo y la encontró tan bien que volvieron las esperanzas de recuperarla. «Pensamos que iba a salir de esta, pero el lunes le detectaron un bulto en el pecho, la llevaron a hacer un TAC y descubrieron que tenía un aneurisma. La llevaron al quirófano, pero el martes por la mañana nos confirmaron su fallecimiento por covid-19».
María del Carmen había nacido en Santiago. Toda su familia es de la capital compostelana, aunque el mayor lleva 22 años viviendo en Vigo, adonde se trasladó, casualmente, para trabajar contra otra pandemia, la del sida, asistiendo a enfermos terminales del VIH en un centro de acogida.
José Ángel acaba de estrenarse hace escasos meses como taxista y eso también le entristece especialmente, «porque había comprado la licencia, tardaba el papeleo y mi madre llevaba un tiempo muy ilusionada e intranquila a la vez por mí, porque además llevo dos intervenciones en dos años y en la última dijeron que yo no iba a salir de ella», lamenta el hijo, que reconoce que lo que más le duele «es no haber podido despedirme de ella y no haber podido confortarla durante todo ese tiempo en el que estuvo enferma, y a los pocos días sí hubiera podido. Siempre tuve la sensación, desde pequeño, de que ella era el centro de todo, si ella no estaba, faltaba algo. Era la luz», asegura.
José Ángel cuenta que su madre, que era ama de casa, era una mujer «muy luchadora y muy trabajadora que muchas veces se vio sola, que no tuvo una vida fácil y llevaba por dentro su sufrimiento. Su hijo añade que María del Carmen Botana era de Vrins, «una aldea muy cerca de Santiago, en la parroquia de Figueiras, y aquella época era muy diferente, estudió lo justo y trabajó duro desde muy joven, colaborando en casa. Ya de casada tuvo unos años que no fueron fáciles hasta que yo, como hijo mayor, me enteré y luego todo se reconvino», resume. Su marido, mayor que ella. «Mi padre está como en una nube. Hace dos años sufrió un ictus y afortunadamente se recuperó bastante bien, pero está conmocionado», expone.
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